Yelisa y Yuri
Parteras tradicionales
Eidy Yelisa Caballero tiene treinta y tres años, se inició en la partería junto a su madre, abuela y hermanas quienes también son parteras. Es madre de tres niñas, las tuvo con la ayuda de las mujeres de su familia. Sobre su conocimiento y trabajo con las yerbas, comparte:
“A mí me gusta preparar el arrechón, el siete potencias también sirve para sacar el frío. También me gusta aprender de lo que mi mamá hace, de las balsámicas y las aguas. Cuando realizo un parto con mi mamá o mi abuela me mandan a mí, yo sé qué yerbas y qué cantidad debo coger, y qué tengo que hacer con ellas. Algunas yerbas se montan con las manos, otras hay que cocinarlas. La que más se usa en el trabajo de parto es la escobabosa.”
Para el fortalecimiento de la partería y de la asociación siente que se necesita más apoyo y reconocimiento:
“Acá en Condoto nos gustaría que nos ayudaran con camillas, con más capacitaciones. Nos gustaría tener un sueldo aunque sea un mínimo. Acá en Condoto no tenemos dónde se puedan hacer ecografías, tienen que ir hasta Quibdó o Istmina. ”
En cuanto al vínculo con el sistema formal de salud comenta que hay un hospital cerca, al comienzo eran discriminadas. En una oportunidad, presentaron los diplomas de su madre, para demostrar sus saberes y desde ese entonces ha mejorado el vínculo, pero aún resta mucho para construir.
Su hermana de veinte años, Yuri Yinela también es partera, ambas nacieron en Condoto. Es madre de un niño de nueve meses, fue parteado por su abuela, su mamá y hermanas. Ingresó al mundo de la partería por tradición familiar y curiosidad:
“Siempre uno es muy curioso y siempre uno quiere estar viendo cosas que hacen los mayores y pues uno se asomaba, que no lo vieran y listo. Hasta que ellos aceptaron y ya nos dejan estar con ellos, viendo y realizando los partos.”
Lo que más disfruta de acompañar un trabajo de parto es la algarabía y alegría que se vive:
“Uno se goza esos gritos de las hermanitas, para después recocharlas, nos gozamos, grabamos, es un despelote, lo que más alegría le da a uno es cuando el bebé sale, ya pasó prácticamente todo. Al ver que el niño no nace, no nace…hasta que por fin sale, entonces la alegría, es una belleza.”
Todos sus aprendizajes son resultado de la herencia familiar, con una sonrisa de orgullo cuenta:
“Aprendí de mi mamá y de mi abuela, que se le mueve la barriga, que se va acomodando el bebé, que hay que juntarle yerbitas, todo es paso a paso. Los vahos se hacen con yerbas con aguas calientes, en el trabajo de parto, eso ayuda a sacar el frío y a dilatar.”
Resalta el valor de la partería tradicional por considerar que trabajan con más empatía y respeto de los tiempos fisiológicos del parto:
“Me parece importante la partería tradicional, uno va al hospital y lo rajan todo, es muy diferente. Si usted viera se queda sorprendido, salen los niños y no parece ni tan siquiera que hubiera tenido un bebé, no parece, queda uno intacto. Nosotras tocamos, vamos ayudando a organizar al bebé. Nos tomamos la tarea de hacer ejercicios con la mamá, caminar en ranitas, bajar y subir, pa un ladito, pa otro. Cuando el bebé va a nacer ellas inician a pujar, el mismo trae su momento, eso no es ni montarsele arriba a la mujer ni sacar al niño, nosotras vamos escuchando y tocando, cuánto ha dilatado. Es todo a la vista.”
Su mayor deseo es contar con salas de parto adecuadas, pues en algunas casas los espacios están lejos de ser los ideales, teniendo además una cocina para trabajar con las plantas medicinales. Finalmente agrega:
“Que nos den camillas, cursos de enfermería, capacitación. Se requieren recursos, gorros, tapabocas, guantes, hay que estar bien equipadas. También poder hacer una ecografía, un equipo que podamos ver al instante cómo están los bebés. Queremos salir adelante, queremos seguir brillando, eso es lo que nosotras queremos.”