
Celbelina
Partera tradicional
Celbelina Sánchez tiene cincuenta y nueve años, recuerda con precisión que desde mil novecientos noventa y cinco empezó a partear, en su haber tiene cincuenta y tres partos atendidos.
Es madre de ocho hijos, de los cuales cuatro son mujeres y cuatro son hombres. Es heredera de la partería por parte de su madre, quien también fue partera y le transmitió sus saberes.
“Mi mamá era antigua partera, ella me iba indicando todo, aprendí de mi mamá. Me hace feliz que Dios me ayuda a salvar a las paridoras y al niño, cuando el niño nace uno se pone más feliz todavía, la mamá también queda muy feliz.”
Cuando relata sobre la felicidad que le da atender trabajos de parto sus ojos se tornan más luminosos y su sonrisa se hace más presente, cuenta también que la observación y la intuición han sido grandes maestras:
“Inicié a partear a una sobrina, también me partié a mí. Yo miraba cómo me trataba y qué hacía la partera. Cuando me tocó partear la sobrina ya tenía idea de qué iba a hacer.”
Su sonrisa dulce y carácter amable transmiten calma y confianza, seguramente sea ese el motivo por el cual muchas mujeres quieren que ella las acompañe en el momento del trabajo de parto:
“Las mujeres me identifican y me dicen si usted puede va a ser mi partera. Atiendo en las casas de las mamá, en hospital no me ha tocado.”
Es conocida en su comunidad, por este motivo se acercan a ella, en su caso las experiencias han sido exclusivamente en los hogares de las familias. En su práctica prima la intuición y la escucha del cuerpo:
“Usualmente le voy moviendo la barriga, para ver si está derecho y si está hacia un lado uno lo va moviendo hasta que queda derecho para que no haya problemas al nacer.”
También destaca la costumbre del parto vertical en su región:
“Acá acostumbramos a estar en rodillas al parir, para que el niño cuelgue.”
Aunque desde la medicina occidental el personal obstétrico no está preparado para atender en estas posturas, se han comprobado las amplias ventajas de la verticalidad: mayor apertura del canal de parto lo que puede evitar episiotomías, mayor movilidad lo que ayuda a reducir el tiempo del trabajo expulsivo, más control sobre el propio cuerpo y en consecuencia menos dolor, al ocurrir en el sentido de la gravedad puede repercutir positivamente en la duración de las distintas etapas del trabajo de parto.
Expresa también la importancia de observar y acompañar la expulsión de la placenta:
“Después del parto si la mujer no ha terminado de botar la placenta, entonces la arreglamos, revisamos si queda algo. Entonces uno tiene que estar pendiente que no le quede nada a la mamá. Nosotras hacemos un masaje, vamos hundiendo y hundiendo, también que la mamá haga algo de fuerza, un pujo y ahí termina de salir.”
Las manos aparecen nuevamente como un potente mecanismo de escucha del cuerpo y de ayuda para facilitar el proceso natural de expulsión de la placenta. El contacto es además una forma de manifestar la presencia y compañía activa hacia la mujer que se encuentra atravesando un momento vital tan trascendental, esta calidez suele ser muy valorada por las mujeres que han sido atendidas por parteras tradicionales.