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Evangelina
Partera tradicional



 

Evangelina Mosquera tiene sesenta y nueve años, en sus manos ya lleva ochenta y un partos atendidos, es de Alto Condoto.

 

Su primera experiencia fue con una sobrina suya, desde ese momento no paró, sus saberes vienen de la herencia familiar:


“Yo aprendí viendo, mi mamá era una gran partera, ella me iba disciplinando que cuando me tocara cómo había yo de hacer. Y de ahí en adelante he sabido partear, gracias a Dios que voy bien. De las hijas mías no hay parteras, todas son parteadas mío, bien todos sus partos, todo me ha salido bien. Por fuera de mi casa, las que me ha tocado partear también me han salido bien.” 

 

Una de las grandes preocupaciones de las parteras más antiguas es que se descontinúe la tradición, como relata en este caso Evangelina. Sin embargo, sus saberes han sido aprovechados por sus hijas que tuvieron la oportunidad de ser acompañadas por su propia madre. 

 

Es optimista sobre el futuro de la partería, percibe que las parteras andan por buen camino, pese a llevar tantos años de práctica su amor por esta práctica permanece vivo:

 

“Me gusta mucho partear, me da alegría, cuando nace el niño, me lleno de gozo que nació bien y que salió bien la madre del niño.”

 

Al preguntarle por el lado más complejo de esta profesión y vocación, comenta lo difícil que es sostener a la mujer y su entorno cuando hay demoras en el parto, esto exige transmitir mucha calma y confianza sobre los saberes de la partera a cargo. 

 

A medida que habla Evangelina no para de mover las manos, explicando los movimientos que realizan para ayudar a la mujer que está en trabajo de parto: 

 

“Nosotras cuando la mujer va a tener su bebé, nosotras le meneamos la barriga, estos dedos se los metemos acá(indicando la zona del útero), si no sube va a tener su bebé, cuando sube le está haciendo falta para tener su niño.”


Las manos son conducidas por la intuición y por los saberes acumulados con tantos años de práctica, es a través del tacto que identifican cuán cerca está la mujer del alumbramiento.  En las manos de Evangelina y de tantas otras parteras comunitarias descansan múltiples experiencias y conocimientos, reconocidos como saber ancestral y patrimonio cultural de Colombia. 

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